Hoy, en pleno solsticio de invierno, cuando de pronto todo muere para un nuevo comienzo, cuando siento que no quedan fuerzas y aún así sigo aquí, vuelvo a escribir, ahora otra Yo, intentando armarse nuevamente.
La primera idea que pasó por mi mente al querer volver a escribir en este diario fue Suicidio, y lo terrible y esquivable de esa palabra si corresponde a un hecho real.
Así es para mi, así lo era, ahora es mi hecho real y permanente, el que no puedo esquivar y me retuerce el alma cada vez que mi mente se cruza con un silencio.
Suicidio es una muerte inexplicable, que se lleva consigo todas las vidas alrededor.
Suicidio, una palabra con demasiadas implicancias, que no podemos conocer realmente, pues solo lo entiende realmente quien lo comete o intenta.
Pero tratando aún de esquivar esa palabra y porque en realidad lo que me une a ella es mucho mayor que el hecho, es que el titulo será el nombre de mi amado hijo Vicente, cuya hermosa vida ha dejado tanta luz, que espero se mantenga brillando para otros corazones, y para mi por siempre.
Escribí varias veces aquí de él, cuando llevaba este blog, compartiendo pequeños momentos mientras los niños y yo crecíamos en años y experiencias.
Lo más presente ahora es la falta de espontaneidad y locura linda del día a día que hemos perdido, Vicente es esa pieza que nos deja en un estado de gravedad absoluta, o no tanto, solo que falta su risa y su no risa también. De pronto todo se ha vuelto abruptamente adulto.
Yo no pude decir nada en voz alta en su despedida, ni siquiera pude escribir algo para que alguien más leyera por mi y es que es todo tan devastador, un mal sueño del que aún no logro despertar, pero que a la vez es una ineludible realidad, una nueva condición, como yo misma quise explicar alguna vez y ahora me toca enseñarme a mi misma, a estar dispuesta para recibir lo que traiga esta vida, agradeciendo siempre todo lo que me ha dejado.
Me gustaría ahora si, con la calma que regala el tiempo, que aunque ha sido muy poco, también es eterno, poder hacer una retrospectiva de los años de Vicente, 16 y medio. No se si pueda hacerlo como él se merece, solo intentarlo, lo que conozco de él y lo que se queda conmigo, las ganas infinitas de darle un abrazo apretadísimo, de rehacer cada instante, sin ningún freno al amor infinito que nos une.
Dejo hasta aquí este primer impulso de algo que debo enfrentar cada día, cada segundo, desde ese Domingo 26 de Febrero, donde ya no hubo manera de volver atrás.
Noche oscura, nada veo, sólo llevo mi farol,
por los campos, voy cantando y entonando esta canción, la noche es bella, con sus estrellas
y mi farol es una de ellas, aquí en la Tierra